martes, 28 de septiembre de 2010
Cazador de crepusculos -julio cortazar
A menudo juego a imaginar que puedo capturar, cual cámara digital-con avances tecnológicos que desconozco- momentos que no quiero olvidar...
Al decidir recordarlos previamente, supongo que desvirtúo un poco lo espontáneo, me preparo ansiosamente, imagino la música que utilizaré de soundtrack y mi placidez al experimentar la filmación mental...esto puede ser un absurdo, pero cuando llega el momento, en el segundo exacto en que me he citado con-por ejemplo- mi partner y amor, a la salida del metro de siempre, a la hora acostumbrada, ya no ocurre lo habitual...
Me anticipo a su llegada, he preparado la escenografía, permanezco en conciencia, no espero distraída, preparo todos los sentidos, capturo todos los instantes, las personas que pasan alrededor de la escena se transforman en mi decorado mental perfecto, inspiro en profundidad y me nutro del aroma de esa hora, justo antes que el sol se esconda y cuando él aparece, reviso cada uno de sus gestos:
el compás de sus pisadas, la forma en que sonríe al reconocerme entre la multitud, la lucha discreta que sostiene con su bolsillo al intentar sacar una de sus manos y saludarme con un gesto de reconocimiento, percibo cómo sus pupilas recorren mi imagen de pies a cabeza, mientras avanza con falsa distracción tratando de formar parte del ritmo de los que van y vienen, hasta que está lo suficientemente cerca
y entonces, se humedece los labios durante un segundo y medio antes de cogerme con una de sus manos por la cintura y la otra por el cuello...me atrae con un gesto posesivo hacia el espacio en que se confunden mi respiración y la suya...y yo, todo lo he capturado con música, he activado mi memoria conciente, la que filma, no la espontánea, este no es cualquier día, este encuentro forma parte de la película que veré el último día de mi vida
martes, 21 de septiembre de 2010
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